miércoles, 2 de mayo de 2012

Las impresoras

Las impresoras tienen una relación co-dependiente con la computadora a la que han sido asignadas. No se comunican si no es por decisión del ordenador y no tienen otra función que ser mensajeras fieles de lo que otros piensan, dicen, dibujan. Sin embargo esconden bajo esa supuesta sumisión una maldad, que una vez detonada es difícil de frenar. Sucede que a las once de la noche cuando no existen papelerías abiertas, ni amigos o vecinos a quienes llamar, cuando ya la gente duerme y uno se dispone a terminar de imprimir la tesis doctoral resultado del trabajo de años: la impresora deja de funcionar. Finge y nos aturde prendiendo sus focos parpadeantes, ahora verde, ahora rojo, ahora amarillo, prender y apagar, conectar, desconectar, volver a programar. La impresora cede un poco, imprime dos párrafos y luego nada, en otra hoja dos palabras y un silencio, al final signos, líneas, pruebas de color que no hemos solicitado. Se ríe. Empieza a consumir papel: una letra por hoja, un número en un tamaño carta. A las dos de la mañana la impresora está cansada y tu también, las diez hojas restantes para el trabajo de nueve permanecen intactas esperando su final, entonces, haciendo acopio de toda su energía, tu impresora empieza a creerse artista y construye acordeones de papel bond.


JD

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