miércoles, 2 de mayo de 2012

La ciudad grande


Me gusta la ciudad grande

porque ahí somos distintos

porque somos dos extranos

y eso nos obliga a asirnos de las manos.

Entre tanta gente estamos tan solos….

Miles de pisadas golpean el piso

mientras tu y yo por un segundo sobrevolamos el asfalto

pocas cosas caben en una maleta:

la risa, las ganas, lo efimero…

Todo lo demas, pesa demasiado.

JD

Cosas tan poco sencillas



Decimos que las cosas que mas valen son las mas simples, cosas como recibir una sonrisa, un abrazo en el momento adecuado, que alguien tome tu mano, un atardecer, una buena carcajada. Sin embargo, creo que estas cosas no son sencillas, es decir, no es tan fácil que recibas el abrazo necesario en el momento justo o que alguien tenga el valor de tomar tu mano o que miles de nubes se acomoden de forma perfecta tras la luz del sol para regalarte el atardecer perfecto. Eso no es simple. Algunas veces he planeado el momento perfecto y no sucede y otras veces una simple noche de películas puede convertirse en un tesoro para la memoria. Supongo que es la suma de muchas cosas lo que hace que un minuto tenga todos los segundos bien puestos como para marcarnos la vida. Hay otras cosas sencillas que para mi son valiosas, por ejemplo los siete caracoles que sigo guardando en mi bolso, la piedra que me regalaron, el postit que dejaste alguna vez en mi escritorio, la servilleta con una nota, la semilla de chabacano que tiene dos letras escritas con tinta negra. Cosas sencillas, objetos valiosos, fetiches personales que me llevan a momentos, a miradas… Y claro tambien estan esas cosas sencillas intimas como la sincronia en el ritmo al caminar con alguien, el encuentro de una mirada con la tuya, la cancion que hace que dos personas se busquen entre la gente, el beso que dimos flotando sobre el suelo, el brazo que brinca tu espalda para asirte en medio de la noche, la mano que te aprieta fuerte en un momento difícil, los ojos que te dicen que por un segundo eres lo unico que existe…. Es decir cosas simples, sencillas… mas valiosas que un diamante perfecto.


JD

Las impresoras

Las impresoras tienen una relación co-dependiente con la computadora a la que han sido asignadas. No se comunican si no es por decisión del ordenador y no tienen otra función que ser mensajeras fieles de lo que otros piensan, dicen, dibujan. Sin embargo esconden bajo esa supuesta sumisión una maldad, que una vez detonada es difícil de frenar. Sucede que a las once de la noche cuando no existen papelerías abiertas, ni amigos o vecinos a quienes llamar, cuando ya la gente duerme y uno se dispone a terminar de imprimir la tesis doctoral resultado del trabajo de años: la impresora deja de funcionar. Finge y nos aturde prendiendo sus focos parpadeantes, ahora verde, ahora rojo, ahora amarillo, prender y apagar, conectar, desconectar, volver a programar. La impresora cede un poco, imprime dos párrafos y luego nada, en otra hoja dos palabras y un silencio, al final signos, líneas, pruebas de color que no hemos solicitado. Se ríe. Empieza a consumir papel: una letra por hoja, un número en un tamaño carta. A las dos de la mañana la impresora está cansada y tu también, las diez hojas restantes para el trabajo de nueve permanecen intactas esperando su final, entonces, haciendo acopio de toda su energía, tu impresora empieza a creerse artista y construye acordeones de papel bond.


JD