miércoles, 8 de diciembre de 2010

Estrellas


Aún en estos días tristes y violentos, cualquiera puede comprarse una estrella. En medio de la plaza un joven lleva atados en las piernas y en los brazos racimos de estrellas rojas, verdes y amarillas. Un muchacho compra una estrellita para su novia que dice “Te quiero” en letras rojas. Ella le regala un beso. El globero guarda los veinticinco pesos en su cartera.
Hoy eso cuestan las estrellas.
Voy a comprarte tres…
JD

Estribo


Karla me ha mandado unos osos. Le gustan porque puede abrazarlos por la noche, porque le significan ternura o un recuerdo de la niñez casi perdida. Yo le platico de Estribo mi oso de peluche, el que me dio mi madre con todo y nombre. Estribo, para subir, para poner los pies en algo firme, para apoyarme y porque no, también para abrazar en la noche. Resulta interesante que aparezca el recuerdo de Estribo justo ahora, cuando yo necesito un impulso, cuando cualquier escalón sería aprovechable, eso incluye abrazar por la noche.


Algunas veces, estos “estribos” no los de peluche, sino los otros, los que nos dan la certeza de pisar en sólido, son lo único que nos mantiene de pie: una promesa, una mano envuelta en la nuestra, un cepillo de dientes, dos tazas de café. Pero cuando perdemos literalmente los “estribos”, los controles, las certezas, es necesario regresar incluso a los osos de peluche, a construir nuevas promesas, volver a subirnos a la vida impulsados por otros ojos, buscar con los dedos de los pies para ver si nos queda algo de raíz.


Para mi, esta noche, todo estriba en los recuerdos, la única certeza posible la tengo en el pasado, (que no existe), quizá mañana pueda amarrarme a una estrella, pero mientras eso sucede abrazaré a Estribo, finalmente para eso me lo dio mi madre.

Gracias Karla, por la imagen y el recuerdo...


JD

martes, 7 de diciembre de 2010

El adiós

El adiós es un hoyo negro, absorbe en su vacio la historia nuestra.

¿Cómo cabrán en cinco letras nuestros 3654 días?

La gravedad oscura se traga las miradas, los orgasmos, los domingos y lunes, el códice que inventamos desaparece y sólo nos queda el silencio.

Que vacio…

Ni un atardecer, ni una llamada, ni nos duele el pasado, ni las infidelidades, ni las pijamas a cuadros, ni una casa.

JD