sábado, 30 de octubre de 2010

Calle...


Ahora con Horacio en el hospital, he tenido la oportunidad de caminar esta ciudad llena de árboles enormes y plantas que se asoman a cualquier provocación. Claro que extraño a Horacio, la comodidad y la rapidez, pero su resfriado (pulmonía) me obliga a recorrer a suela viva las banquetas y es que caminar una calle, conocer la ciudad a pie, es casi tan emocionante como desnudar un hombro, como meter la mano bajo la sábana y hacer contacto con otra piel. Andar en auto nos impide ver la cara de las gentes, los detalles de las casas, las elevaciones que se forman en las banquetas porque a los árboles les vale madre que pongan límites y crecen sus raíces hasta romper el cemento. Esta tarde he seguido a una ardilla de cerca, ella camina como malabarista por la orilla de una barda con mucho cuidado, hace equilibrio con la cola y voltea a todos lados, de repente una lata de coca cola interrumpe su paso, se queda quieta, regresa un poco, se inquieta, no sabe qué hacer, decide bajar, brinca y camina unos cuantos centímetros a mi lado, después trepa otra vez. Odié esa lata de coca cola. En una esquina me topé con un hombre mayor, dormía sentado en una banca de cemento, el olor a mugre, a fétido era casi insoportable, estaba rodeado de botes y bolsas de plástico, ¿dónde está su gente? ¿dónde estamos los humanos?
La vida está ahí, afuera, en la calle, sobre las banquetas, ahí donde he visto chavos bailando, haciendo batucada, ahí donde ayer escuché jazz , ahí donde la loca del pueblo se mecía al ritmo de “I will survive”, ahí donde la ciudad late, vibra, siente, duele.

miércoles, 27 de octubre de 2010

AbraSo


Después de sumar las horas de madrugada en la carretera, después de sumar las monedas para el viaje, después de juntar las respuestas a las preguntas esperadas, después de ver a mi madre esperando despierta a su Mafalda y preguntarnos por nuestras vidas, las comunes y las ajenas, por los amores y las circunstancias, después de llorar y reír como hembras que han luchado con la vida a cuestas. Después del desayuno con Josean en el que nos sobró café y nos faltó plática. Después de llegar al teatro, de los bailarines, de la desesperada búsqueda de camerino y espacio para ensayar, del olor a brea, gomina y maquillaje, aparece ella. María corre como desde otra dimensión y se abraza a mi como buscando refugio. Lloramos.
¿Quién se refugia en quien?
¿Quién es la niña, quien la mujer?
Y nos quedamos así, abrazadas, llorándonos, cada quien por sus cosas, por sus luchas, por sus miedos.
Abrazo, abraso…

Colgadas una de la otra nos convertimos en todas las causas y soluciones que nos atañen, somos una para la otra, por un segundo, el ancla que nos mantiene, la madre lejana, el padre perdido, el amor descalabrado, la ilusión de unos ojos, la amiga que nos duele, la hermana pequeña, la hermana lejana, la vida que late, la soledad que se nos hace evidente. Pero somos también un par de brazos, brazos ajenos a los mios, que en este momento me reciben, me arropan, que no preguntan, que solo me envuelven y reciben a su vez mis brazos, y no hace falta nada más.
Después, después, después vino la llamada, el café, el público, la risa, la placidez, la sonrisa… me quedé con el abrazo, de esa hermana mía mujer convertida, que me sigue desde la distancia con sus convers y su piano, caminando por su vida.
JD

domingo, 24 de octubre de 2010


Te devuelvo tus manos
y libera tus tierras de mis nombres
de nada le sirve al corazón
fragmentos de ti.
Ya después total
si vuelves a tiempo
vuelve toda y total.

FITTE