domingo, 26 de septiembre de 2010

En la doliente soledad del domingo...

Yo no sé cuanto se habrá hablado o escrito sobre el tema, seguramente mucho. Lo que sí sé es que la “soledad” es un sentimiento que nos visita a todos al menos alguna vez. ¿Cómo puede alguien sentirse solo en este mundo en el que ya casi no cabemos? Dice el diccionario que la soledad es “aislamiento o confinamiento, falta de contacto con otras personas”. Entonces, ¿porqué ayer, sentada en el sillón de un bar repleto de gente me sentía tan sola? Me confieso una persona solitaria, incluso por temporadas ermitaña, suelo defender mi espacio vital, mi silencio y mi tiempo como un tesoro, pero pocas veces me siento “sola”. Dicen que la soledad es el “mal de nuestros tiempos” (ahora que vivimos en urbes de millones de personas), dicen que más vale solo que mal acompañado, dicen que solos venimos y solos nos vamos, dicen que… Yo creo que la soledad no tiene nada que ver con quienes nos rodean, creo que tiene que ver con una falta de comunión con la otredad. Muchas veces me he sentido acompañada en la lejanía de quienes se que me aman e infinitamente sola en compañía. Supongo entonces que en ese sentido es más bien una falta de intimidad, una ausencia. Quizá lo de ayer en mi caso fué eso, que entre tanta gente se hizo evidente la ausencia, se materializó y me hizo ver que, aunque llene mis días con otras cosas y otras gentes, existe.

Aquí a tu costado
de lado o mirando al techo
la soledad me aplasta
el vacio me ensordece
y miro mi cuerpo desnudo
que entristece.

JD

jueves, 23 de septiembre de 2010

Uno nunca sabe a dónde rodarán las letras


Alguna vez pegué en la puerta de mi recamara textos y poemas que me gustaban, mis conocimientos de libros y autores eran menores que ahora (que hoy por hoy tampoco son muy amplios) y entre todo eso, pegué unas líneas que mucho tiempo después me enteré que eran de un tipo apellidado Sabines. “Uno nunca sabe a dónde van a rodar las letras”, pienso ahora cuando recuerdo esa anécdota. Seguramente el maestro Sabines nunca se imaginó que sus creaciones literarias estarían pegadas con Resistol en la puerta de una mocosa de trece años. Poco después descubrí que las letras me servían de algo más que no tenía nada que ver con la escuela y empecé a escribir. El punto es, que ahora a lo largo del tiempo no sé donde está todo aquello que he escrito, quizá en alguna carta, en una caja, no lo sé, no me preocupa tampoco. Lo curioso es que, en un reciente encuentro de escritores, un adolescente me pidió una copia de uno de mis escritos, con autógrafo y todo y pienso si esas líneas mías estarán en alguna carta de amor o en el bote de la basura o pegadas en la puerta de su recámara… Ahora escribo por necesidad, es la forma en la que me comunico conmigo misma, es un silencio imperante y adictivo. Por eso agradezco infinitamente a quien comparte conmigo este pedacito de mi, lógicamente lo hacen las personas más inesperadas, los cercanos pocas veces entienden que es en estos espacios donde están las claves para descifrarme, o quizá poco les importa. Es por ello que me sorprendo gratamente cuando alguien de lejos me comenta en el blog, o me hace alguna observación o comentario al aire sobre lo que he escrito, porque sé que hay alguna empatía, “los sentimientos son universales”, dicen… Yo seguiré escribiendo, una vez aquí, esto es un camino sin regreso, no importa si lo que escribo es bueno, no tienen ninguna finalidad ni propósito específico, (quizá mínimamente la intención de no volverme completamente loca). Dejaré entonces que rueden las letras… gracias a los que se asoman por aquí…
JD

lunes, 20 de septiembre de 2010

Yo sólo queria flores...

















“Espero mucho de las personas que amo-demasiado quizás-
Espero y hasta pido. Pero no sé exigir” S.B.
Es una pena que uno no pueda querer a la gente como quiere que la quieran y que la gente no pueda querernos como nosotros queremos que nos quieran. (Yo sólo quería flores). En esto del amor la complicación nace de qué todos tenemos expectativas, ya no se diga altas o estándar, sino expectativas propias, subjetivas, personales. Entonces mi cabeza piensa que: si tú me quieres…. entonces….y si yo te quiero…. entonces…. Y lo que pasa es que nunca nos ponemos de acuerdo.

Alguna vez dije “No crear expectativas, vivir el momento” consecuencia directa: censura.

Sin embargo ¿Qué otra cosa hacemos que no sea eso? Ahí vamos por la vida enamorando y enamorándonos, amando y desamando sin pensar, sin detenernos, rompemos corazones y nos rompemos el alma, sentimos… nos es inevitable. Yo quiero de una forma errática, lo quiero todo y hay quien dice que “no tengo límites”, quiero con todas mis fuerzas, con todas mis ganas, con todo lo que tengo y todo lo que soy. No puedo tenerlo todo, aunque lo quiera, lo sé, pero eso no hace que no lo quiera. Lo sigo intentando. (Yo sólo quería flores). Soy una suicida amorosa, voy, vengo, me aviento sin paracaídas y sin casco. Pero siempre trato de ser lo más clara posible. Establezco el espacio en el que puedo moverme y no prometo mucho. Tampoco espero mucho, soy consciente de la naturaleza cambiante de los seres humanos, de los arrebatos y las bruscas modificaciones de las distintas realidades. Pero eso no es suficiente. Desgraciadamente hemos aprendido que el amor implica posesión. El ego nos hace querer ser prioritarios del otro, porque además pensamos que: “si nos ama debemos serlo”. Amar libremente, sin tapujos, sin condiciones, sin límites, sin encadenar ni encadenarse, supongo que es privilegio de pocas personas y de muchas neuronas. Finalmente el corazón es sólo un músculo. Todo está en la mente. El amor rosa, el deseo, el enamoramiento, es otra cosa, “vericuetos químicos” (deliciosos).
…Yo sólo quería flores, un café, una tarde haciendo nada, un orgasmo compartido, un silencio respetuoso, una admiración mutua, un momento presente, un querer estar más allá de la historia… “vayamos al balcón a ver llover”...
JD

martes, 14 de septiembre de 2010

Para leer a Josean


Hace días que el enojo me tiene atrapada, no he encontrado el tiempo para leer como acostumbro, el cansancio me vence, todos los días observo mis libros como se observa al amante inalcanzable. Mi lista de “libros que quiero leer” aumenta, los artículos y sitios de internet en mi lista de favoritos cada día se hace más larga. Una cuartilla, un poema al día al menos: me digo como autoperdonándome. Pero, para leer a Josean, eso no es suficiente…


Hace algunos meses tuve la fortuna de ver brillar en mi msn una ventanita que decía JOSEAN, detrás del parpadeo naranja se encontraba un hombre lleno de texturas, colores y voces. Hablamos por horas, después fuimos al cine, tomamos café, fuimos a los bares, al cine, compartimos libros, secretos y anhelos. Nos hicimos amigos.

“Es importante saber a quien tiene uno enfrente”, me dijo un día.

Hoy a la distancia, leerlo, no es sólo un acto de amistad, de encontrarme con él como sentada frente a su taza de té color rojizo, es también una provocación, una introspección, un descubrirle y descubrirme entre sus letras. Irreverente, irónico, crítico. Lector empedernido y escritor sin pelos en la tinta, que no tiene empacho en usar las palabras: “coger, semen, vagina, calentura” en sus textos y poemas. Pero que tampoco tiene miedo de escribirse vulnerable, solo, enamorado, reconstruyéndose. Leerlo requiere toda la atención emocional que uno pueda tener, un desnudarse para encontrarse entre sus líneas.

Es por eso que esta tarde, compré café, una cajetilla de cigarros y me dispuse a leerle, gracias Josean, por tus letras, por ser mi amigo, por estar…


JD

viernes, 10 de septiembre de 2010

Estacional

El árbol de tu ausencia
ha comenzado a florecer:
es la primavera.
Hojas silenciosas
se mecen bajo el sol
frutos de vacío cuelgan de mis ramas
hay flores de abandono
rebozándome la piel.

La mejor edad


Recibí tres regalos. Uno por cada década, supongo. Los tres significativos y únicos. Escuché mi canción favorita en vivo, cuatro de mis personas importantes me llamaron para decirme que es bueno que siga en este planeta y eso es bueno, supongo. La verdad es que yo moría por llegar a los treinta, en realidad no hay una explicación lógica, pero creo que es la mejor edad de las mujeres (dicen que debo esperar a los cuarenta para hacer esa afirmación, o como dice Jerus que hasta que entienda porque las salchichas vienen en paquetes de 10 y las medias noches en paquetes de 8 no puedo entender la vida), a mí el número treinta me gusta, muchas mujeres que han marcado mi vida han estado justo en sus treinta cuando yo las conocí. Quizá esta fascinación por los treintas sean las ganas de marcar la vida de alguien. En realidad creo que hoy puedo decir que he vivido lo suficiente como para entender que esta es una ruleta que sigue y sigue sin importar si le atinaste al premio mayor, que a veces el premio mayor no lo es tanto y que ya me he equivocado lo suficiente como para seguir equivocándome sin sentir que se me abre el piso en el que camino. Hoy ya no quiero ir a Cuba a buscarme marido, como alguna vez dijimos Liliana y yo que lo haríamos justo al cumplir treinta si no nos flechaba Cupido antes, tampoco necesito que me quieran para querer con cada una de mis células, he sobrevivido al amor, a la ausencia y a la pasión. Hoy puedo entender que luchar con todas mis fuerzas puede no ser suficiente y aún así seguir en la batalla, se que el tiempo es lo más valioso que tengo, que las personas cambiamos y que esa es precisamente nuestra maravilla. Hoy tengo el valor de decidir, de elegir, de ser y de seguir… Así que… bienvenidos sean los treintas. “Los fabulosos treintas” me dijo mi madre al teléfono justo a las 11:45 de la noche. La hora exacta de mi nacimiento.
JD