martes, 23 de noviembre de 2010

Fase Uno


Estamos en el proceso de encontrarnos, en esa fase en la que nos decimos cosas como: “no me gusta mi segundo nombre” , “tengo ganas de aprender a tocar el piano”, “no me gusta ir al cine” , aquí donde vamos a decirnos todo aquello que queremos que el otro conozca, (la verdad ya llegará más tarde), también nos lanzamos miradas y preguntas medio escondidas para saber si ambos estamos en la misma carrera, si estamos buscando lo mismo o son sólo autoengaños. Algunas veces, hacemos los comentarios subversivos del pasado, hemos aprendido por experiencia propia que no debemos hablar del pasado, pero lo hacemos, es inevitable, es la única manera que tenemos de justificar nuestra soledad, finalmente ¿si somos tan perfectos, porque alguien nos dejaría? También compartimos otras cosas: pequeños secretos, aventurillas, anhelos y deseos escondidos u olvidados, anécdotas divertidas, hacemos la promoción de ese “yo” que queremos que el otro descubra. Ponemos las reglas básicas del juego, las más importantes, las inviolables. Después, después vendrán las caricias provocadas, esas que se imaginan tras las frases: “tengo un lunar en la espalda”, “me hice una cicatriz en la rodilla”, “me gustan mis piernas”, vendrán los roces provocados, las miradas sentidas en la espalda…el deseo. Y si todo sale como no lo hemos planeado, un día, a eso de las siete de la tarde, estaremos tan cerca, que nos será inevitable besarnos.
JD

martes, 16 de noviembre de 2010

Festejarnos, dolernos...


Para siempre…. esa fue la premisa…. ¿el resultado? Para siempre, como sea y como seas y como yo sea. Ver a alguien a quien amas con la distancia del pasado es como volver a amarlo, con todos los detalles, con todas las manos, con todas las peleas, con todos los silencios, con todas las despedidas. Como dice Josean “hoy deberíamos dolernos o festejarnos” pero simplemente nos quedó un recorrido en auto, la premura, el beso amistoso de la despedida. Sin extrañarnos más allá de lo políticamente correcto, porque sabemos que “por ahí andamos”, rondándonos, pensándonos, amándonos de alguna manera, de la mejor manera: esa en la que somos constantes, cómplices, comunes. Por eso cuando cerré la puerta del auto no miré atrás, porque iba a encontrarte de alguna manera, en el café que me tomé sola, en los poemas que le leí a la silla vacía, en el silencio que se hizo cuando la radio dijo “que maldigan, si no han probado la noche en sus brazos de sol”.
JD

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Jardines, parques y tú...


He tenido la fortuna de conocer varios pueblos de México, siempre me ha gustado recorrer el jardín principal, rodeado casi inevitablemente de un lugar rico para desayunar, la presidencia municipal y un sitio de taxis. Recuerdo esos pueblos en los que todavía los domingos por la noche las mujeres caminan en un sentido alrededor del jardín y los hombres en sentido contrario, como anticipando el destino con el juego amoroso. En Colima hay muchos jardines, Karina los llama parques y eso fue en un principio la resultante de horas de espera y horas de gasolina gastadas sin sentido. Hoy fui a sentarme a uno de esos parques, el primer lugar que conocí de la ciudad y que me ha marcado con un poco de sentimentalismo. Eran las cuatro de la tarde, la gente regresaba a casa o al trabajo, yo esperaba a Armando, finalmente después de tres citas fallidas esta era la definitiva, así que me senté en una banca frente a una estatua de un señor leyendo el periódico, pensé que debía ser un personaje importante, así que no me atreví a preguntarle a los colimotes quien era, tienen tan arraigado su amor por esta tierra (y con mucha razón) que no podía ofenderlos con mi pregunta fuereña. Aquí las cosas son distintas, la luz se pasea con calma sobre las palmeras, las flores tropicales, los helechos y las enredaderas que a fuerza de intentarlo, han llegado hasta las copas de las parotas, ¡Cuánto verde! Pienso en mi isla, en los azules del mar, los rojos de los cielos, la oscuridad de la noche. Pienso en la soledad, en los amores, en las confesiones, en el minuto de silencio que debí guardar y las palabras que brincaron de mi boca para poder esconderte en mi mirada. Eres como las velas de mi barco, no me sostienes pero guías mi ruta. Y heme aquí esta tarde, leyendo, pensándote y esperando a Armando.

JD

domingo, 7 de noviembre de 2010

A la izquierda


A la muerte siempre la tenemos cerca, como diría Castaneda “La muerte es nuestra eterna compañera” pero desgraciadamente, lo olvidamos, como casi a todo lo que tenemos cerca. Además de que hay tanta violencia, tanta muerte, tanta tristeza en nuestra realidad, que preferimos prender la computadora, abrir el facebook, irnos de parranda, evadirnos, olvidarnos de que el mundo se está cayendo a pedazos y nosotros con él. Eso es aun más triste. Ha muerto un amigo, a todos nos duele, nos lastima, su ausencia, su partida y nos sentimos tristes, ya no lo tenemos, ya no podremos verlo, abrazarlo, reírnos con él. Tengo el corazón apachurrado o el área de mi cerebro en la que se establece el dolor inflamada, pienso en él, en las veces que pude llamarlo, verlo, ahora, es demasiado tarde. Eso me lleva a pensar en todas aquellas personas que he matado y que me han matado a lo largo de sus vidas. ¿Habrá alguna sensación así el día en que nos sea imposible realmente encontrarnos? ¿A cuántas personas hemos dejado en el cajón porque estábamos tan enojados, tan dolidos, tan ocupados y los fuimos dejando ahí, hasta que se murieron? Que idiotas somos de pensarnos eternos. Que grande este amigo mío que con su muerte me hizo recordar que estoy viva. Porque también sucede que, por imposible que parezca, lo olvidamos. Nos vamos llenando de cosas, de compromisos y dejamos que las circunstancias definan nuestras vidas y el día de mañana nos despertamos un día pensando ¿Es esto lo que realmente quería? Yo, de alguna manera intento vivir, con todo y contra todo, me obligo a observar la vida, las caras de la gente, sentir el viento, el sol, hacer lo que me gusta, sentirlo todo, amar, aventarme a mis abismos, dejar ir, ser feliz. Gracias Antonio, por detenerte en mi vida, por los recuerdos, por las risas, por recordarme que aún estoy aquí. Descansa en Paz.
JD

viernes, 5 de noviembre de 2010

El club de Toby


Robert ha traído su libro de poemas de T. S. Eliot, Victor ha traído dos traducciones al español del mismo. Leemos en orden, la versión original, la traducción uno, la traducción dos. Al final nos quedamos en silencio. En trance.

¿Qué más se puede hacer después de escuchar:


Between the desire

And the spasm

Between the potency

And the existence

Between the essence

And the descent

Falls the Shadow
……?


Yo pienso en ti. Irremediablemente. Debimos haberlos leído, aquella noche o la otra. Sigo escuchando la voz de Victor en off, pero mi mente se ha perdido en el tiempo, en la noche calurosa, en el recuerdo. ¿Será que algún día voy a sentarme a leerle esos poemas? Lo mejor de la noche es, que todos nos hemos hipnotizado, la voz de Robert nos ha traído a Eliot en su idioma original, por unos momentos desaparecimos y nos hundimos en el abismo de las palabras, en el ritmo de esta poesía en su lengua natal. Después de un largo silencio, de mi suspiro inevitable, de aterrizar otra vez en este mundo, mis poemas tímidos saltan a la mesa. Debí leerlos antes de evocar a T. S. Eliot, jajajjajaa. Te dejo un regalo:


There will be time, there will be time

To prepare a face to meet the faces that you meet;

There will be time to murder and create,

And time for all the works and days of hands

That lift and drop a question on your plate,

Time for you and time for me,

And time yet for a hundred indecisions,

And for a hundred visions and revisions,

Before the taking of a toast and tea
T. S. Eliot
JD