lunes, 11 de agosto de 2014

Lo que me dejaron...


 
 
Mi modelo de familia no es nada convencional, mis padres se divorciaron no solo una sino dos veces, de otros cónyuges, claro, para no ser repetitivos e incluso intentan con unos noveles terceros; no tengo un solo hermano “completo” pues somos mitad de aquí y mitad de allá y he pasado casi toda mi vida, lejos de alguien que lleve al menos uno de mis apellidos. Y aunque todo ese bagaje pudiera determinar un inevitable fracaso en mí, la realidad es que me ha ido bastante bien y me parece que al final consciente o inconscientemente esto fue lo que me dejaron:

Mis padres me enseñaron  que hay que apostarle al amor, que un final no es un fracaso sino una solución inteligente para no estar jodiéndose la vida y que alejarse en el momento preciso, es a veces también un acto de amor. Aprendí que siempre se puede volver a empezar y que si vas a empezar hay que ir por el todo, jugárselo todo, dar todo.

Me enseñaron que la vida no es fácil que hay que ganársela y que el esfuerzo vale más que el resultado. No me contaron cuentos de hadas: me enseñaron la verdad. Me dijeron que las cosas son como son y que uno tiene que aprender a lidiar con eso.

Me enseñaron que no importa de dónde vienes, sino a dónde vas y como caminas para llegar a ello. Me enseñaron a decidir y a enfrentar los resultados, me gustaran o no.

Me enseñaron que yo soy yo y que eso podía gustarme o no, pero que no era su problema, sino el mío y que era el resultado de cada acto, cada omisión y cada paso propio, porque al final solo yo podía modificarme a mí misma.

Me enseñaron que nada es eterno, que el cambio es constante y hay que hacer con eso lo mejor que puedas: aprender, acomodarte, crecer.

Me enseñaron que el amor no depende de la cercanía, ni de las cenas navideñas, ni de estar de acuerdo con el otro, ser igual al otro, sino que la decisión, la intención y el respeto mutuo son más efectivos para sostener relaciones fuertes.

Es decir que al final de todo, no me fue tan mal…¿o si?

JD

La continuidad



Lo difícil no es dejar todo atrás, uno puede cerrar los ojos, las piernas y hacer como su nada hubiera pasado.
Ser un maniquí, sonreír a los transeúntes y tratar de lucir bien. Finalmente los corazones rotos no se notan y dos piezas buenas de ropa bastan para presentarse en público.
Lo difícil es en realidad la continuidad.
Continuar la vida, continuar los días, seguir poniéndose los zapatos, comer sin hambre, dormir porque es necesario, funcionar porque es lo esperado.
En realidad, lo difícil es reinventarse, fluir otra vez, caminar con lo que haya quedado en la mochila, pero caminar… solos, descubrirnos vacíos, de ese otro, que ciertamente, ya no está.
JD