miércoles, 22 de febrero de 2012

Silente



Son las seis de la tarde. Manejo con un rumbo definido, apoyo mi codo sobre la ventanilla y miro a la derecha un atardecer que empieza a sonrojarse. Dios jugó con las nubes esta tarde y formó muchas líneas acolchonadas en el cielo.
Sonrío.
A mí también me encanta Dios; repito el poema en mi cabeza y me percato de mi silencio. No he hablado con nadie desde hace horas y en el trabajo no he pasado de lo socialmente esperado: Buenas tardes, que grande esta tu niña, no gracias, con permiso, hasta mañana.
Samir no ladra mucho tampoco, ¿será que permanecemos mucho tiempo calladitos?
No es tristeza, es silencio.
Dice Octavio Paz que “para callarse hay que haber hablado” ¿He dicho tanto que ya no tengo mucho que decir? Me surge otra pregunta: ¿He hablado lo necesario, lo querido, lo pensado?
Últimamente únicamente hablo con los dedos. Algo le pasa a mi cerebro que no articula las palabras, sólo las escribe. Al teléfono mi mente divaga y escucho la voz al otro lado que sube, baja, vibra, mi oreja se engolosina de sonidos y mi garganta se cierra, situación que se repite también estando frente al otro, solo que con mayor intensidad, es como si todo mi cuerpo escuchara y despertara cada poro de mi piel, sigo los ojos, las manos, el subir y bajar de las pestañas, estudio las texturas de las telas, el algunas veces perceptible ritmo al respirar, la voz, el lenguaje, su discurso. Me pongo inquieta, muevo las manos y las piernas, tomo café, fumo un cigarro, me levanto de la silla, desvío la mirada.
Que nadie me descubra así: silente. Y haga la fatídica pregunta : ¿qué me cuentas? o peor aún, la frase que me manda definitivamente a la esquina: “platícame algo”. Y entonces, miro al piso, después a la derecha, luego a la izquierda y cuando subo la mirada mis labios se abren y dicen “no se que contarte” Yo no quiero decir eso, son mis dedos celosos que me cierran la boca. O quizá es que no quiero decirme a todos y quiero guardarle las primicias a tus orejas, para cuando vengas, para cuando estés, para cuando escuches y detengas tu mirada en la mía y descubras el caudal de historias lindas que voy a contarte.
Seguiré escribiendo…
JD

Pronto



...supongo que un día vamos a querernos,

cuando el amor se nos haya acabado

de tanto andarlo regando

en las cactáceas de la incertidumbre...

JD

II



Qué me queda colibrí

si no te posas sobre esta flor

Escóndete

petalmente

entre mis piernas


JD

jueves, 9 de febrero de 2012

La bonita



Yo no soy bonita, nunca lo he sido y creo que a estas alturas de mi vida nunca lo seré. No es para deprimirse claro, tengo muchos otros atributos. Además no se puede llegar a ser bonita, o se es o no se es bonita de nacimiento y punto. Yo conozco mujeres bonitas bonitas, incluso conozco ese tipo de bonitas de las cuales es imposible apartar la mirada y no tiene nada que ver con preferencias sexuales, creo que hay hombres y mujeres bellos que uno gusta de admirar, así como uno admira un amanecer o una flor hermosa, o una pintura cautivadora.

La belleza es agradable y nos deleita.

Tampoco es que yo odie a las “bonitas” creo que algunas personas son bonitas, otras son creativas, otras son interesantes, otras son habilidosas para una u otra cosa, ser bello es una característica mas en un ser humano, tampoco creo eso de que porque se es bonita no se tiene inteligencia, o al contrario, pues se de casos tanto de un lado como del otro que refutan esa teoría. La cuestión es, creo yo que muchas veces ser “bonitas” es lo único que algunas personas son y eso es triste, pues la belleza física, de acuerdo a los estándares establecidos va menguando con el tiempo y entonces el vacio se hace presente.

Hace poco conocí a una “bonita”, una mujer cuya categoría llamaré “bonita a la máxima potencia”, cuando alguien hablaba con ella no importaba realmente lo que decía, dejaba a hombres y mujeres embelesados y simplemente asentían a todas sus peticiones. Lo que me sorprendió de ella fue su alta capacidad de adaptación, su actitud de servicio para con el mundo y su rapidez mental, cosas que pocos veían, pues tras sus ojos verdes y su cuerpo escultural, ¿Qué le importaba al mundo que la chica supiera hablar francés? Era triste, ella se esmeraba en ser vista mas allá de su melena rubia y su piel blanca, pero era casi imposible, pude percatarme de la satisfacción que le causaba arreglar un problema por teléfono y como se asomaba una mirada triste cuando lograba lo mismo en persona y en la mitad del tiempo. ¿no quería ser vista? Claro que lo quería, pero creo que no era lo único que deseaba mostrar al mundo. Además, ser “bonita” le implicaba muchas otras cosas, no siempre agradables, para empezar estaba siempre defendiéndose, ya sea de mujeres envidiosas o de hombres atrevidos, no podía comerse un pastel de chocolate sin culpa y pese a todo era insegura, pues se esmeraba en demostrar siempre que no era sólo bonita.

En esos días en los que estuve cerca de “la bonita” recibi un hermoso ramo de rosas, obviamente el chico de las flores asumió, que era para “la bonita”, incluso mis compañeras de trabajo preguntaron sorprendidas ¿son para ti? No supe si sentirme halagada u ofendida, lo que noté es que la “bonita” se sentía incomoda, pues inmediatamente me explicó que no le gustaba que su novio le enviara flores y se lo tenia prohibido (cosa que a mi poco me importaba), yo por mi lado pensé: También las feas recibimos flores…


Creo además que se requieren muchas otras cosas para ser “bonita” algunas veces he intentado si no ser “bonita” al menos seguir las instrucciones para ser ese “tipo” de mujer, pero nunca llego siquiera al escalón número dos en esos menesteres, es decir, a mi nunca se me ha dado eso de andar vestida a la moda, detenerme dos horas frente al espejo arreglando mi cabello, (que dicho sea de paso es indomable), comprar los cosméticos adecuados a mi tono de piel y además aprender a usarlos y tener el tiempo de hacerlo, saberme la pose exacta para las fotos y los estilos, cortes, tipos de tela y etc etc que se “deben” usar para lograr determinados efectos…. a mi eso me parece complicado y eterno. Yo en cinco minutos puedo salir de mi casa sin ninguna complicación a casi cualquier lado. Quizá por eso un día alguien me dijo que no podía llevarme con mis pantalones rotos a conocer a sus amigos. Me sentí sumamente enojada y fea, pero después un sentimiento de supervivencia me hizo recuperarme rápidamente y pensé que las convenciones sociales se imponen ante algunas personas, tanto, que aunque les caigas bien, necesitas para ellos cumplir con ciertos estándares. Afortunadamente a mi, los moldes nunca me quedan, asi que me valen madre.

“La bonita” desapareció un día de la oficina, dejando a varios caballeros tristes y a varias féminas más tranquilas. Nadie ha mencionado a donde o porque… es como si no hubiese existido… lo cual es también, bastante triste.

JD