sábado, 9 de julio de 2011

Regreso



Dice Chavela Vargas que “uno vuelve siempre a los mismos sitios donde amo la vida”. Yo lo creo, a ella le creo casi todo, incluso aquello de que “Colima es el mejor estado” seguramente ella amo aquí la vida, yo también lo hice. Pero además de eso me gustan sus calles, sus días lluviosos, sus parotas y sus camellones llenos de mangos, limones, guayabas y otras frutas que realmente se caen de los árboles regalándose a la gente. Me pregunto entonces ¿yo a donde regreso? A todos lados y a ninguno. Como Isabel Allende, creo yo, que tengo mi país inventado, ese que llevo en el alma, en el vientre, entre los huesos, ese que construyo de nostalgias y recuerdos, de tus ojos a través de la gente, de un atardecer sobre la arena, de la canción de lleva sus manos de paloma escondidas, del poema que leí desnuda sobre un hombro, del olor del cabello de mi madre, del sonido de mis pasos en una central de autobuses, del aroma del incienso, del silencio de mi casa, de una boca, de una piel, de una espalda, del sonido del mar, de la textura que deja en los labios un trago de vino tinto. Regreso a esas pequeñas cosas entonces, esas en las que amo la vida, cosas comunes y simples, únicas. A esas que son intemporales, inubicables.
Yo por eso amo la vida siempre, incluso los lunes…

JD

sábado, 2 de julio de 2011

AMIGAS




Tenia quince años y tenia una amiga. Fue la persona mas constante en mi vida. Fuimos amigas. Nos queríamos por la simple razón de existir y porque ambas éramos extrañas y nadie más nos aguantaba. Hacíamos cosas simples y como todas las quinceañeras pensábamos que eran importantes. Leíamos poesía y escuchábamos música, íbamos a bailar y veíamos películas. Nos contábamos los planes y las dudas. Resolvíamos problemas de matemáticas y problemas de amor, nos acompañamos un tramo en el camino de la vida. Después crecimos y cada quien tomó su rumbo, sin embargo aun recuerdo aquellos días con un buen sabor de boca. Hoy, que ya no tengo quince años y que mis problemas a resolver van más allá de una ecuación matemática, se que las amigas son imprescindibles. Yo no tengo muchas, pero las que tengo valen por mil, son mis compañeras de lucha, mi apoyo constante, los referentes femeninos que me impulsan a seguir. Mis amigas son simples, no han ganado premios internacionales, ni son famosas, ni millonarias, pero son únicas, son fuertes, son inteligentes y bellas en mas de algún sentido, pero sobre todo son parte de mi tribu, comparten conmigo la marca de la hembra. Mis amigas no son buenas, ni malas, mis amigas son. Y se enfrentan con la misma fuerza a domar su cabello a las 8 de la mañana que a las pataletas de un niño de 3 años que no quiere ponerse los zapatos. Tienen la paciencia para escuchar las historias de siempre y la impaciencia de levantar el teléfono e invitar al amor a su casa. Se sienten igual de bellas en un vestido de noche que en la pijama un domingo a las 10 de la mañana y pueden hacer que una lonchera se convierta en el cofre de un pirata y que una llamada a kilómetros de distancia se convierta en el abrazo mas fuerte. Mis amigas rien, lloran, se caen y se levantan, son mujeres de carne y hueso que sienten desde y con el vientre, la cabeza y el corazón. No siempre estamos de acuerdo, pero siempre estamos, nos tendemos una mano, un par de zapatos y un consejo. Mis amigas no juzgan, no indagan, no exigen. Mis amigas se enfrentan con los dos pies a la vida y con las dos manos al amor. Hoy brindo por ellas, por las mujeres que me acompañan, por quienes me saben y me quieren, por el respeto mutuo, por la risa compartida, pero sobretodo por el privilegio que tengo de ser su amiga.
JD