lunes, 23 de enero de 2012

Y cuando desperté Horacio estaba ahí




Horacio es mi automóvil, le puse así en honor a Rayuela, un poco porque el nombre me gustaba y un poco mas porque quise sentirme “La maga”, aunque Horacio no habla, ni escribe poesía, ni conoce Buenos Aires. Horacio me ha acompañado a muchos lados, ha sido el testigo, a veces no tan grato, de muchas de mis aventuras. Vino conmigo a Colima y me acompañó cargado de libros, dos o tres pares de zapatos y muchas esperanzas a esta ciudad verde y llena de parotas; cuando a mí se me rompió el corazón, a él se le descompuso el motor y entonces tuvimos que separarnos, yo fui al terapeuta y el al mecánico, después de un lapso apropiado nos reencontramos y seguimos el camino como si nada hubiera pasado, aunque yo tenía dos o tres heridas y el dos o tres remiendos con silicón que le han servido un poco o un mucho para seguir rodando.

En diciembre pasado Horacio volvió a enfermar, yo también volví a enfermar, a veces creo que los objetos y yo tenemos alguna conexión porque nos sucede casi lo mismo. Lo mío fue un lunes, lo recuerdo muy bien, después de llorar toda la noche y pretender subirme a la vida como todos los días, la tarde del lunes de desplomé sobre el asfalto sin fuerzas de nada: tuvieron que levantarme del piso. A Horacio le sucedió al día siguiente, quise que caminara hacia atrás y el no lo permitió, solamente quería ir hacia adelante, cuando insistí, patinó sus llantas y no quiso moverse más, creo que fue una forma de decirme: “No vamos a regresar al pasado, al menos yo no, si tu quieres allá tu”. Fue tanta mi insistencia que Horacio tuvo que regresar al mecánico y yo sigo haciendo equilibrio para no caerme. El mecánico dice que lo mejor sería deshacerme de Horacio, que busque otro carro, algo más pequeño y algo menos complicado, sin embargo yo tengo cierto apego con el y me parece difícil decirle así, de un día para otro, que saldrá de mi vida. Quizá como dice el terapeuta, el verdadero problema es otro.

Supongo que ahora que regresó Horacio seguiremos el camino hasta el próximo bache, como lo hicimos en diciembre pasado, como lo hicimos cuando llegamos a la ciudad de las parotas, incluso cuando un viernes santo saliendo de misa Horacio había sido agredido y perdió uno de sus cristales.

JD

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gusta cuando vuelas, tus alas son buenas, son bellas, son fuertes, y te esperan también..., y tus piernas son poderosas, te saben impulsar, tienen buenas marcas del camino rudo, y mucha delicadeza para andar entre nubes...