jueves, 26 de agosto de 2010

Ha muerto mi reloj.


Ayer a las 8:40 pm mi reloj dejó de vivir.
Se detuvo. Se cansó de guiarme los días, se le acabó su tiempo.
Me siento triste. Cargada de simbolismos personales esta pulsera de metal y manecillas me acompañó muchos años. Es una lástima, bien dice Emilia que llevo en mis manos a las personas que marcan mi vida. ¿Esto quiere decir que esta persona se ha ido de mi vida también? ¿Justo en la bocaescena de mis treinta años?
De cualquier manera hoy mi mano se ha sentido vacía, le faltan algunos gramos a mi lado izquierdo y aunque el cristal rayado, cicatrices de tantos golpes juntos, ya no me dejaba leer bien la hora, yo lo tomaba con romanticismo, pensando que eran sus arrugas, sus marcas…
Pero se nos terminaron los minutos, las horas juntos.
Lo he guardado en su caja, en la misma en la que llegó, ahora formará parte de las reliquias, de los recuerdos.
Aunque pensándolo bien, quizá tenga arreglo si lo llevo al relojero, quizá si le ponen una pila nueva, si le mueven las manecillas, le cambian el cristal…. pero la caja dice que no tiene pila, que funciona con el ritmo de la vida, ¿entonces? ¿Ya no tenemos? ¿Perdimos el paso? ¿No hay más?
“Nada es eterno”, atentamente mi reloj…
JD

1 comentario:

Az dijo...

no Jus,
no se ha ido de tu vida
porque en el meomento en
el que la piensas,
ahí está, de nuevo;
y eso es maravilloso.

un beso