Estoy convencida que soy una buena persona, es decir vivo y
dejo vivir. Pero a veces quiero ser buena, es decir normal, es decir convencional,
es decir como casi todos. Tampoco es que mi ego quiera gritar “soy única” no, sé
que soy una gota como todos en este mar de humanidad, funciono socialmente, se
usar los cubiertos y combinar algunos colores pero hay algo que desentona, una
pieza del rompecabezas que no acomoda, una vocecita en mi cabeza, una fe de
erratas…
Me apena decir también que quiero ser buena, ¿buena para que, buena para quién?
Porque aceptar
que a veces quiero ser buena contradice el 80 % de mi ideología, pero luego me
consuelo pensando que las personas buenas no tienen tantas preguntas como yo y
seguramente no pensaría tanto en estas cosas. Después me resigno, cuando estoy
a solas tomando mi café y leyendo, cuando hablo con alguno de mis amigos (que
tampoco son muy buenos que digamos) y nos reímos y nos lloramos hasta que nos
es suficiente, o también cuando siento maravillas, cuando me orillo a mis
abismos, cuando reviso mis notas, cuando percibo los colores en las gotas de
agua… Entonces me doy cuenta de que no ser buena no es tan malo y que si fuera
buena, perdería casi a todo mi círculo social, porque los no-buenos siempre
andamos buscándonos, persiguiéndonos, acompañándonos. Y tal vez lo que deba
hacer para no sentir ganas ocasionales de ser buena es mudarme a un vecindario
de no-buenos, donde mis preguntas no sean incomodas, donde mis rarezas no se
noten tanto, donde no hay temas tabú o cosas de las que no se hablan, donde nadie
ande cuestionando a nadie, etiquetando a nadie, donde los no buenos, podamos
ser no buenos sin sentirnos malos….
JD
1 comentario:
A cada línea, a cada foto, usted me gusta más. Me gusta su ingenio. Me gusta su independencia. Me entusiasma pensar que alguna vez la conoceré y me tomaré una copa de vino con usted.
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