jueves, 17 de marzo de 2011

Amanecí triste

Amanecí triste… Por eso me escondo, por eso me muevo despacio y me busco frente al espejo, pero no estoy ahí. Sólo veo dos ojos, una boca, las arrugas y el nacimiento del cabello, pero yo no estoy. Amanecí en cámara lenta, me subí al día porque tenía que hacerlo y tomé café, me puse a pensar en lo que sucede afuera, en la vida que no alcanzo a tocar ni aunque me pare de puntitas, después por supuesto me puse a pensar en tus besos, en las extrañas ganas con las que amanecí hoy de tener un hombro para acurrucarme o cinco dedos que se enreden en mi cabello. Debe ser porque amanecí triste, azulada, si no fuese así no pensaría estas cosas, es decir no tendría porque andarme escondiendo bajo las cobijas, cerrando los ojos para que desaparezca todo o quizá para ver si encuentro algo mejor que el techo blanco. Pero no es mala la tristeza, sólo es otro estado emocional y hace mucho que dejé de luchar con los míos, la tristeza en específico es como una amiga callada, me mira desde el otro lado de la habitación, me clava sus ojos llorosos y me avienta una mueca como diciendo “Ya llegué”, se me pega como sombra y ahí andamos todo el día, acuosas, calladas, abrazadas a la almohada y a los recuerdos, nostalgiándonos descoloridas. A veces siento que la tristeza me besa la frente a modo de despedida, su boca fría en mi piel parece decirme: “Nos vemos pronto” y entonces cae un silencio lento sobre mi cabeza y una calidez me recorre la piel. Y vuelvo a empezar, otra vez en mi aparece el mundo, la gente, los helados de vainilla, los zapatos de tacón y las estrellas.

Pero hoy amanecí triste…
JD

No hay comentarios: