Lejos del
ruido, del miedo, de lo cotidiano, uno se enfrenta a esta parte adormecida,
distraída y subconsciente que se esconde detrás de los ojos y detrás de la
piel.
El silencio
como compañía es a veces un cómplice y a veces un verdugo, desgraciadamente uno
nunca sabe cuál será el disfraz del momento y armarse de valor para invitarlo a
acompañarnos no siempre es fácil.
Arriesgarse,
sustraerse del mundo y encontrarse con los torrentes internos puede generar más
adrenalina que una montaña rusa.
¿Quién soy
cuando no hay nadie, nada?
¿Qué es lo
soy cuando no está la voz, el recuerdo, la posibilidad, los dos pies firmes en
el piso?
Soy la
resolución, el instinto.
Soy la carne
marcada por el tiempo o por las bocas, sin dolor, sin caricias.
El tejido y
sus articulaciones, las vísceras.
Animal
sobreviviente de la cadena alimenticia, sin aparente razón alguna.
Soy la que
no tiene nombre, ni etiqueta, ni motivo.
JD
3 comentarios:
Eres libre.
Muy cierto... libre...
Pensaba en la deliciosa persona que usted aparenta ser. Pensaba en deltas y rumores, en los ecos insospechados que su voz recitando los versos salidos de sus manos me despierta.
No nos conocemos, Justine. No sé de usted nada fuera de la armoniosa configuración de bites y pixeles que prodigiosamente me llega a través de Internet y lo que voces indiscretamente elogiosas me han contado: mujer inteligente, cúmulo de alegrías y constancias y contradicciones y poesía y belleza y reflexiones... Pero con eso me basta para tenerla en mente, para intuir su risa y aderezar algunas tardes de nostalgia, un poco de vino y tabaco.
¿Qué más da que ignore quién es usted? ¿Qué importa la ignorancia de su biografía, de sus miserias, de sus talentos, de su epopeya? Me basta con sentir que la reproducción de su sonrisa me gusta tanto como me intrigan las líneas leídas en su blog con que de cuando en cuando me sacude la mente.
Gracias por eso.
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