El silencio
de mi cuerpo me lo dice: algo está pasando.
Yo que
pensé que era fácil saberse con la lengua y con los dedos. Que las ganas de
verse, estar, tocarse, estaban implícitas, parece que a veces, la fisicidad
interfiere. Aunque pudiera uno encontrarse con un sabio y amarse sin el cuerpo,
comunicarse sin tocarse.
Debe ser
que soy bastante elemental. Enfrentarme a la otredad es “per se” atemorizante.
¿Cómo voy a lograrlo sin tender el puente de la carne? Mi vientre, mi sexo,
mi pecho, son visceralmente importantes,
emocionalmente imprescindibles... Corro el riesgo de tocar y ser tocada,
expongo la vulnerabilidad más allá del desnudo, ahí donde está el instinto y el
diente y el fluido.
No conozco
mejor manera para encontrarnos, que urgentes, amorfos y amantes.
JD
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