Mi personalidad es adictiva. No porque yo cause adicción, no, sino todo lo contrario, soy adictiva porque me hago adicta con gran facilidad. Tengo adicciones permanentes, como el aislamiento, el vino tinto, los libros, las cajitas, los lápices, los zapatos rojos y el fuego, otras son temporales, un libro, una frase, una esquina para ver la vida, una canción, una persona, un poema, un juego, una piedra, una manera especifica para dormir… Lo bueno de las adicciones es que concentras toda tu energía en ello y puedes obtener la esencia misma de las cosas, palparla con las manos, llenarte de ella, lo malo por supuesto es que termina demasiado pronto, la intensidad agota a ambas partes y en poco tiempo ya no hay nada para contribuirse. He decidido entonces relajarme, no agotar, no agotarme, no agotarnos, respirar y dar espacio, darme tiempo, como si cada cosa que me genera adicción fuese un delicioso helado que hay que disfrutarse despacio pero con la constancia requerida para que no se te escurra entre los dedos. Pienso además, hedonistamente que quiero alargar lo mas que se pueda el disfrute mutuo.
Quizá de esa manera y regresando al ejemplo del helado, cuando se nos haya derretido, nos quedarán ganas de lamernos los dedos…
JD
1 comentario:
Experimentas enviando al ego con sus sies y sus noes al vacío.
Magnifico JD!
P.S.Comparte cómo fue.
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