Leer ha sido siempre una de mis pasiones, quizá una de las mas desenfrenadas. Empecé a leer por aburrimiento, mi tía era maestra de una escuela rural, me llevaba como oyente y entonces sin más ni mas empecé a leer. Después mi madre se encargó de fomentarme el hábito de la lectura y mi padre de comprarme libros, sin embargo creo que ninguno de los dos se imaginó lo que el conocimiento de las letras desencadenaría en mí. Con los años el leer se ha convertido a veces en mi refugio, a veces en un escudo y la mayoría de las veces el placer de más fácil acceso. Hace años, cuando estudiaba la preparatoria me propuse hacer una lista de los libros leídos, anotaba en tarjetitas el título, el autor, una pequeña reseña y un comentario principal, después conocí la computadora e inicié a hacerlo en formato electrónico y en poco tiempo abandoné el proyecto, quizá me di cuenta de que no tenía mucho sentido, quizá a esa edad tenia otras cosas que ocupaban mi mente. A todos lados donde voy siempre voy cargando mis libros, he cruzado el pacífico de ida y de regreso cargando mis cajas con libros y es común escucharme decir “no tengo nada que leer” mientras me paseo frente a mis repisas repletas de libros como lo haría cualquier mujer ante su closet. Entre más leo, menos “leida” me siento, hay tanto que otros han dicho, quizá por eso es un grato sufrimiento entrar a una librería o visitar alguna feria del libro, tengo que, como un adicto medirme para no comprar todo lo que quiero, finalmente esto de los libros electrónicos me ha ayudado aunque me esté dejando los ojos cada vez menos hábiles. No hay nada mejor entonces que dar o recibir un libro de regalo, cuando regalo un libro pienso mucho en la otra persona, en cómo y dónde leerá, que pensará y si le será útil para algo más que llenar el tiempo. Trato siempre de explicar el porqué lo elegí y si me es posible comentarlo. A partir de los últimos días de diciembre estos seres (los libros) han estado jugándome bromas raras, para empezar antes de salir de viaje elegí un libro como compañero y otro se me coló no se de que manera en la maleta, sin embargo se bajó de ella en un primera plus con destino a León, me dio mucha tristeza pues empezábamos a llevarnos bien pero además de todo era un libro prestado y me dio mucha pena comunicarle al dueño el extravío de su libro. Ahora estoy buscándolo por todas las librerías y además sin dinero, en fin. Lo bueno es que a pesar de que ni Santa Claus se acordó de mi, ni los Reyes Magos hicieron aparición, me regalaron tres libros en estas últimas semanas, uno todavía no lo conozco, pero ya le tengo lugar en mi librero, el de poesía anda conmigo para todos lados, pero el mejor de todos, es un libro al que aun sin conocerlo ya le tenía un aprecio especial, pues viene de una querida amiga y ese libro nos dio una rica tarde de café. “Gracias Raquel”. Así que con el frio que hace y llena de libros, el año pinta para muchas muchas tardes de letras y como dice el dicho, yo leo porque si no me aBURRO.
Dulces lecturas a todos.
JD
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