lunes, 4 de enero de 2010

Las calles que me contienen.


Alguna vez le dije a alguien “ ¿Qué calles te contienen hoy que no estás cerca? En realidad su respuesta fue un silencio, nunca supe que adoquines, piedras o losetas de cemento conocían las suelas de sus zapatos y todavía sigo imaginándome qué tipo de ventanas como ojos abiertos disfrutan de su silueta cuando camina. Hace días tuve la oportunidad de caminar viejas calles, viejas para mi, viejas para el mundo, viejas para si mismas. Creo que quizá ni las calles mismas se recuerdan de tanto tiempo que han existido. Yo, por el contrario me encontré a cada paso, observé el parque en el que aprendí a andar en bicicleta y me dolieron nuevamente las caídas, anduve por la banqueta donde me dieron mi primer beso y me senté frente al kiosco donde me rompieron por primera vez el corazón, todavía recuerdo como lloré todo el camino de regreso a mi casa. Sin embargo han pasado más de quince años de aquellas calles, de aquellas andanzas, de aquellos corazones rotos y esa ciudad siempre es como abrir un dulce caramelo, disfrutable al cien por ciento. Así que instalada en mi papel de guía de turistas de cuatro sudcalifornianas fabulosas me dispuse a mostrar lo poco que se de iglesias, comida típica, museos y costumbres guanajuatenses. Siempre he dicho que una de las cosas que más admiro en la gente es la capacidad de asombro, yo no la tengo, sin embargo como para compensar, tengo una gran capacidad de disfrute, casi todo me causa placer, de manera tal que comerme un elote con chile, limón, crema y queso puede ser para mí una gran aventura. Así que seguida de mis paceñitas anduve disfrute y disfrute varios lugares del estado de Guanajuato. Comimos chalupas, garbanza, enchiladas mineras, nieve de mantecado, cebadinas, guacamayas, gorditas de queso, lechuguillas y gelatinas de jerez con rompope en bolsita. Nos tomamos fotos en cada esquina, en cada balcón, en cada iglesia, museo o escultura que se nos atravesara y claro hicimos un recorrido por nueve bares que nos dejaron afónicas y desveladas. Finalmente nos despedimos con muchas historias para contar a quienes faltaron, seguramente con dos kilos de mas y claro con media suela desgastada de cada zapato. Yo me quedo con mis calles y mis recuerdos, con mi primer beso y mi corazón roto, con seguir preguntándome que calles le contienen, con las ganas de hacer este recorrido de tu mano, mirar tus ojos asombrados a cada paso y yo disfrutando la aventura de caminar a tu lado, pero mientras eso pasa, seguiré esperando.

JD

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