Alguien me dijo alguna vez, que si quería escribir, el único
requisito era ser honesta. He pensado infinidad de veces en esa frase, en esa “condición”.
Y a la única conclusión a la que he llegado es que no es sencillo. Además del
consabido reto que es para muchos enfrentarnos a una hoja (pantalla) en blanco,
están las otras voces; nunca falta el amante en turno que cuestiona tus
relatos, que se niega a leer tus poemas pasados porque asume que hablan de
otro, de otra, o aquellos que piensan que las aventuras en tus cuentos, reflejan
tus más calladas fantasías o que incluso las escenas de tu novela, son la
proyección o narración de tus aventuras. Algunos incluso cuestionan el nombre
de tus personajes.
Detrás de eso está lo realmente difícil: ser honesto
contigo, ponerle letras a lo que se trama en tu cabeza, llamarle vagina a la
vagina, dolor al dolor, violencia a la violencia. Asumir que, si hablas de una
familia, la tuya se te vendrá encima, si escribes sobre la soledad te dirán
pesimista y si se te ocurre hablar de orgasmos seguro es, que has visitado
muchas pieles. “Como si eso realmente fuese importante”. Habría que pensar, si
ese es el tono, en todos aquellos escritores encarcelados o muertos, por su
atrevimiento a expresarse.
En realidad, la honestidad a la que se refería mi amigo, (opuesta
totalmente a la definición de Cicerón) es al acto de decir las cosas como las
sientes, de no pensar mucho en las consecuencias, la congruencia, la veracidad,
sino en la habilidad de sacarle a las palabras la capacidad de transmitir y reflejar; ideas, emociones e historias, en lograr como dijo Octavio Paz refiriéndose a las palabras: “que chillen las
putas”. Lo cual no es, tampoco, nada sencillo. Describir un amor, sin recurrir
al cansado corazón palpitante o a una muerte como al silencio eterno, no es fácil.
Además, ¿qué se puede escribir que no se haya escrito ya? ¿sobre qué? Somos tan
elementales que nos movemos incansablemente en el mismo y repetitivo plano de
emociones y vivencias. La magia y el reto, para el escritor es, que lo hacemos
desde nuestra “persona”, con ojos únicos (no propios), y con
palabras repetidas y gastadas, hay que atreverse a escribir.
No es fácil ser escritor en este mundo de apegos, de estructuras
establecidas, de blancos o negros, de asumidas expectativas… y aun así, hoy lo
entiendo, es lo más honesto…
JD
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