Truman Capote empezó a escribir cuando tenía ocho años,
“Escribir era algo que yo tenía que hacer y no entiendo exactamente
porque esto debía ser así, Escribía y escribo por obsesión” admite en su
biografía.
Sin embargo, saber escribir, es decir, conocer las reglas ortográficas y
tener claras las formas gramaticales, no es suficiente para atreverte a
publicar un libro, para ello es necesario al menos, escribir medianamente bien,
y el oficio se torna difícil y tortuoso cuando uno entiende esto. Publicar un
libro es algo totalmente distinto a escribir, uno puede aventar palabras en el
papel siempre, pero publicar un libro implica otras cosas que nunca pensaste,
por ejemplo, que elegir para llenar las páginas y cuantas páginas llenar, el
gramaje de papel, el tamaño, el tipo de letra y el título, ¿Debe uno dedicarlo
o debe uno guardarse el secreto con el anhelo de que alguien se encuentre entre
las líneas de tu poema y te lo diga, sólo para confirmar que lograste
transmitir lo que querías? ¿cómo será el diseño de la portada? ¿Cómo vas a
ordenar tus textos? ¿Llevara un índice?
¿un comentario final? Todos estos
detalles nunca cruzaron por tu cabeza cuando te sentabas en la banca de
un parque con tu libreta a escribir y al menos a mí me resultaron bastante
complicados.
Después viene el proceso de la
edición, entregar lo que tu consideras
tu obra máxima a una persona para que la evalúe, la desfragmente, la
analice, la organice, mientras tú, desde la trinchera observas pacientemente
esta evaluación. Porque los escritores somos celosos y amamos nuestras letras,
y aunque hemos aprendido que hay que “alejarse del texto” simplemente hay
frases, palabras y puntos suspensivos de
los cuales nos es difícil desprendernos. Afortunadamente para mi y para mi ego,
Rumoroso Delta solo tuvo una cirugía menor y transitoria y nos recuperamos
rápido de la eliminación de comas y división de versos.
Lo que sigue no es muy alentador, hay que iniciar los trámites, el registro de
derechos, el isbn, hacer los pagos,
hacer las filas, sacar las copias y llenar formatos inentendibles en letra de
molde y por triplicado. Eso resulta más difícil que todo lo anterior y la
editorial se pregunta si realmente debe publicarle un conjunto de poemas a
alguien que no entiende cómo llenar el formato F-5, F-7 y F 56….
Después la magia sucede. Ves tu libro ahí, empacadito y brillante, te observa retador como diciendo, ¿soy como
querías? ¿he cubierto tus expectativas? Y tu realmente no puedes contestarle,
porque eran tan grandes, tan ambiguas, tan subjetivas, tan nulas. Que no puedes
hacer otra cosa más que aceptarlo per
se.
Rumoroso Delta es para mi una aventura, una aventura compartida con
todos los que le han puesto o quitado algo, una suma de momentos, realidades y
olvidos, es irónicamente principio y
fin, y es el triunfo de esa voz a la que no puedes callar, esa que te
brinca en forma de palabras a los dedos…. Quizá como dijo alguna vez Wilde, al
final uno escribe para que lo lean, para así poder seguir escribiendo.
JD