A todos nos pasa lo mismo, nos
caemos y nos levantamos, a veces lo hacemos solos y a veces otros nos ayudan,
(a caer o levantarnos), todos vamos por la vida encontrando (sin buscar mucho)
personas, situaciones, emociones, retos, aventuras, descansos y escapes. Somos
la repetición constante, la copia interminable de experiencias que creemos
únicas. Somos egoístas, pensamos que lo nuestro, la vida, el trabajo, la
familia, el amor, son especiales, irrepetibles, diferentes.
Pero ¿no todos en realidad
pasamos por el mismo camino? Jueces y verdugos, inocentes y culpables, nos
colocamos en todos los espacios del ajedrez en algún momento de la vida y al
final, hacemos lo mismo, nos armamos y desarmamos con lo que podemos, como
podemos, y nos vamos enfrentando a las mismas cosas: autodefinirnos, elegir un
modo de vida, enamorarnos, rompernos el alma, establecer compromisos, elegir
nuestro grupo social, buscar la trascendencia, alcanzar el tiempo, huir del
tiempo… todos lo mismo, de la misma manera, autocondicionados para…
En realidad no somos tan
distintos, es solo que el ego, nos cierra los ojos. Pienso por ejemplo que doña
estelita, la señora de la limpieza goza tanto de los orgasmos como yo, que mi
jefe detrás de su porte ejecutivo alguna vez se puso borracho y vomitó la cena,
o que el mesero que me sirvió la sopa hoy, quizá el sábado estrene una camisa y
compre flores para su novia con el deseo oculto de por fin quitarle el sostén. Supongo
que no vemos las similitudes porque ni siquiera tenemos el valor de vernos a
nosotros mismos como iguales, porque hemos aprendido que es mejor destacar,
(claro cuidándote siempre de encajar en el papel que te toca), porque lo que es
diferente nos atrae y queremos ser atrayentes o quizá sólo porque no sabemos,
ni podemos ser otra cosa mas allá de la que somos: humanos.
JD
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