...."cada uno le habia dado un sonido nuevo, un tiempo distinto, su espíritu, su estatura, cada uno habia caminado sobre las olas hacia ella; ella, su cabeza sobre el pecho en turno. No quiso saber cuál seria el porvenir, ese desconocimiento era su forma de libertad, ¡qué libertad abrazarlo, hacer que hundiera en su vientre el tamaño de su pene! Ellos querian seducirla para siempre, hacían proyectos, ella no, “te quiero para mi”, decian; en ella, ningun deseo de exclusividad.
Retener, poseer, creer que se es para poseer le era tan ajeno como la economía doméstica y, hasta la fecha, no se daba cuenta que su forma de irse los enloquecía; seguramente lo mismo le sucedía a los hombres, cada amante era un nuevo descubrimiento para si mismos a través de la estrechura de su vagina, la intuición tras de su frente, el atroz o brutal o soberbio misterio en sus ojos, la inconmensurable maravilla del cerebro humano posado allí sobre la almohada"...
Elena Poniatowska
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