Dice Chavela Vargas que “uno vuelve siempre a los mismos sitios donde amo la vida”. Yo lo creo, a ella le creo casi todo, incluso aquello de que “Colima es el mejor estado” seguramente ella amo aquí la vida, yo también lo hice. Pero además de eso me gustan sus calles, sus días lluviosos, sus parotas y sus camellones llenos de mangos, limones, guayabas y otras frutas que realmente se caen de los árboles regalándose a la gente. Me pregunto entonces ¿yo a donde regreso? A todos lados y a ninguno. Como Isabel Allende, creo yo, que tengo mi país inventado, ese que llevo en el alma, en el vientre, entre los huesos, ese que construyo de nostalgias y recuerdos, de tus ojos a través de la gente, de un atardecer sobre la arena, de la canción de lleva sus manos de paloma escondidas, del poema que leí desnuda sobre un hombro, del olor del cabello de mi madre, del sonido de mis pasos en una central de autobuses, del aroma del incienso, del silencio de mi casa, de una boca, de una piel, de una espalda, del sonido del mar, de la textura que deja en los labios un trago de vino tinto. Regreso a esas pequeñas cosas entonces, esas en las que amo la vida, cosas comunes y simples, únicas. A esas que son intemporales, inubicables.
Yo por eso amo la vida siempre, incluso los lunes…
Yo por eso amo la vida siempre, incluso los lunes…
JD