Lucia, tú me dices “ven” y yo te creo.
Y en esas tres letras
a mi me cabe: un café en tu cama, una llamada nocturna, un atardecer, una luna,
un secreto, una canción repetida, un libro en común….
Obedezco entonces
guiada por tu voz y mi deseo. Me arreglo el pelo, me guardo las dudas, acelero
mis horarios. Soy la elegida, a la que necesitas, a la que llamas desde tu
soledad.
Pero no estas.
Y yo
sigo buscándote casi por costumbre o por instinto.
Lucia, tú me dices “ven” y yo voy, a ciegas, sin rumbo, sin sendero.
Y aún así, sigo
caminando, porque hoy se, Lucia, que los deseos transmutan en todas dimensiones;
como tu cuando no me piensas, como yo cuando no te toco, como nuestras voces a
través de la bocina. Tu-mi deseo transmuta como un acto adaptativo, como
instinto de supervivencia.
Si, esta necesidad de
encontrarte, este deseo que se encaja atrás de las corvas, en la orilla de mis
dedos, el que me hace seguirte: no es mío, no me pertenece.
Pero tampoco a ti
JD