domingo, 22 de diciembre de 2019

Junio. El deseo


Lucia, tú me dices “ven” y yo te creo.
Y en esas tres letras a mi me cabe: un café en tu cama, una llamada nocturna, un atardecer, una luna, un secreto, una canción repetida, un libro en común….

Obedezco entonces guiada por tu voz y mi deseo. Me arreglo el pelo, me guardo las dudas, acelero mis horarios. Soy la elegida, a la que necesitas, a la que llamas desde tu soledad.

Pero no estas. 
Y yo sigo buscándote casi por costumbre o por instinto.

Lucia, tú me dices “ven” y yo voy, a ciegas, sin rumbo, sin sendero.

Y aún así, sigo caminando, porque hoy se, Lucia, que los deseos transmutan en todas dimensiones; como tu cuando no me piensas, como yo cuando no te toco, como nuestras voces a través de la bocina. Tu-mi deseo transmuta como un acto adaptativo, como instinto de supervivencia.

Si, esta necesidad de encontrarte, este deseo que se encaja atrás de las corvas, en la orilla de mis dedos, el que me hace seguirte: no es mío, no me pertenece.

Pero tampoco a ti

JD

martes, 3 de diciembre de 2019

Un grito, una voz, todas juntas…


Nos hemos reunido en el Palacio de la Autonomía a leer poesía.
Voces distintas, en un solo grito: ¡BASTA!
Vestidas de negro, de luto, alzamos la voz por aquellas que ya no están, por todas las que estamos y por las que caminarán: las sobrevivientes de esta matanza…
Usamos la poesía como algo distinto, esta vez, no cantamos al amor, al romance, a la dulzura... 
Esta vez nuestros versos son demandas, 
gritos de justicia, 
declaraciones de guerra, 
conjuros de protección…
Gracias a mis compañeras, gracias Artemisa por convocarnos, 
gracias a quien escuchó nuestra voz…. GRACIAS…
Aquí un poema de esa noche...


Todo fue violento:
sus manos en mi cuerpo
la sangre entre las piernas
el grito ahogado
en el eco de los adultos
en el silencio de la soledad.
Y andar, andar, así en la vida
con miedo
desconfiando
defendiéndome…
Imposibilitada de quedarme
de abrirme a la caricia.
Pero el caminar fortalece
y toman peso los pasos
se levanta la mirada
se balancean las caderas
y surge, como instinto
la búsqueda de la guarida
la necesidad de contacto.
Existe entonces
un nuevo modo de estar
de ser en la vida.
Existen otros ojos
otras manos
el mar y el chocolate
y existo yo…
Después de todo
Justine Hernández