Ahoy mismo voy a contarles como es que me encuentro sentada en esta silla, creo que Juan Carlos Reyes me invitó porque me vio muy aguililla y es que una en estos tiempos no puede quedarse asi amonada viendo la vida pasar porque se corre el riesgo de quedarse arrejolada como trasto viejo y como tampoco va a andar una de cólera, y es que aunque no lo crean hay cada cacaseca que ni un vasito de tuba le brindan a una.
En fin, la cosa es que por lo menos hay que conseguirse una coyota para mantenerse, pero cambiemos de tema, no quisiera que pensaran que ando yo de pachita o que los quiero embelecar con esta historia y no es que sea perrucha ni mucho menos, pero entimadamente el me invito y punto.
Llegué a Colima una hermosa madrugada del mes de julio, por amor claro, uno definitivamente llega a Colima siempre por amor, ¿hay algotracosa por la que uno llegue aquí? Definitivamente no. Gané para Colima nomas porque me enchicuilé, cargué mi petaquita con mis tatachis y sin que me importara la relajada que me puso mi madre, llegué arrastrada de ilusiones y me quedé en esta tierra fértil en donde las ramas de los árboles se convierten en raíces. A mi ya me han crecido raíces de los brazos. Dice Chavela Vargas que “uno vuelve siempre a los mismos sitios donde amó la vida”. Yo lo creo, a ella le creo casi todo, incluso cuando dijo que “Colima es el mejor estado” seguramente ella amó aquí la vida, tanto como yo lo hago. Pero además de eso me gustan sus calles, sus días lluviosos, sus parotas y sus camellones llenos de mangos, limones, guayabas y otras frutas que realmente se caen de los árboles regalándose a la gente. Aprendí a conocer Colima subiendo y bajando calles, echándome un almuerzo de arriero mientras corría de un lado a otro por sus calles empedradas, calmándome la sed con tejuino y agua de coco y conviviendo con las besuconas, las iguanas y los esquilines y aunque todavía no tengo saca en las tiendas importantes, mas o menos ya me siento parte de la ciudadanía.
Al principio no fue todo tan fácil, hay que ser cuidadosa aquí, con lo que se dice y se hace, dicen que “si no quieres que se sepa, ni lo pienses” y no es que yo este tumbada del burro, pero hay ca gente dañera ….que anda nomas pachiteando, que si pura zanduga, que si anda rabuleca, que nomas anda chingaleando, pero no hay que juzgar así a la ligera, ni que una viniera a ruñir, para que armar tanta borunda….. En realidad de lo único que se tiene que cuidar uno aquí es de la guzguera, ¿pero es que quien se resiste a las bolitas de color, los besos, el alfajor, la fruta enmielada, la cuala, los colados, o los espejos acompañados de un aromático café de Comala con su chínguere de ponche, tan rico tan rico que hasta las papayitas se come uno. Y ya ni hablemos de chilayo, las pacholas, el pico de gallo, los tamales de ceniza y el tatemado. CHINTOLO….
Ahorita ando muy enguasada, pero claro que ando pensado en buscarme un buen amor colimense, quedarme para siempre y ver a mis hijos jugando changay y bebeleche, peleando sus caicos y canicas, y haciendo las dagas que hacen los niños, busco sin mucha jupia claro, no vaya a ser que me enamore del primer garrolero guandajon que me regale unas dormilonas, nada mas de pensarlo me da armonía. Quiero convertirme en una viejana bonita, de esas que van a ver a la virgen cada 12 de diciembre a catedral, que cuidan sus matas con cariño, que curan con jumentos milagrosos y espantan a los niños con el ticuruz o el petaquero, dominando la vida desde el pretil de la cocina.
Por lo pronto ya se, que me amarro los cabetes, no las agujetas, escribo con una lapicera, no con un bolígrafo, uso ponchos, no cobijas, cuando duermo a media tarde me echo la jesta, si se derrama un líquido se charpea el piso y ya puedo pedir con facilidad pozole seco, sopes gordos y sopitos con mucho jugo.
Cuando comencé a leer TICUS descubrí gratamente no solo muchas palabras sino también me ayudo a conocer y reconocer los usos y costumbres de este estado, y en definitiva considero que sería bueno que al cruzar el limite estatal se nos hiciera llegar un ejemplar a todos los fuereños, asi no cometeríamos tantas nangueras mientras descubrimos esta tierra.. Ticus es un libro que hay que leer y releer, hay que descubrirlo y descubrirse en el, considero que es el resultado no solo de una profunda investigación sino también del profundo cariño y respeto por estos 5 627 km cuadrados que llamamos Colima.
JD