jueves, 22 de enero de 2009
En silencio
Sucede que estoy en silencio. Una serie de circunstancias me han obligado a ello, aunque en realidad creo que es mas bien un auto-exilio y que he usado la muerte de mi computadora, mi carro, mi lavadora y mi celular como una simple autojustificación.
Las tardes entonces se me llenan de letras y de opera. Fumo y tomo café.
Pienso cosas, pienso en sus cosas.
Yo que trato de librarme de apegos me descubro aferrada a mi casa, me aferro a las ideas que tengo de la gente que algunas veces me quiere, me apego al dolor que me han dejado las ausencias. Hay pocas cosas que siento mías y quizá la mayoría de ellas son ausencias, quizá por eso sonrío cuando alguien en la madrugada me avisa que llueve en el desierto, entonces pienso que alguien me piensa mas allá de la noche, que quizá no soy tan ausente y que quizá alguien por algún momento me quiera.
JD
jueves, 8 de enero de 2009
Natividad
Llego a casa de mi abuelo, recorro el pasillo largo, atrás esta la cocina, donde mis tías se afanan en la preparación de la comida, se oyen las risas y pláticas de mujeres, gritos y chillidos de niños, sonido de cazuelas tiznadas al chocar con las cucharas. La quejas de los maridos, el susurro entre ellas al confesarse cosas, los nombres de los hijos en sus labios a veces con voz de preocupación y otras veces de alegría al hablar de los aciertos de sus vástagos. Mujeres en la cocina. ¿Cuantas veces vi esta escena? Yo sólo observo mientras colaboro con el arduo proceso de bañar de canela y azúcar los buñuelos. Allá lejos, se escucha todavía el ruido de la carpintería, donde los hombres trabajan todavía.
Mi abuelo esta en su recamara, sentado, cuando me ve, me sienta a su lado y me habla de mi abuela, el amor de su vida, la mujer de su vida, la madre de sus hijos. Me explica el gusto de tenernos a todos en su casa, lo veo cansado, cabeza blanca, las manos raposas de tanto año de trabajo, manos de carpintero.
La casa huele a flores viejas, a iglesia, a silencios, a recuerdos…
Empieza la ceremonia, vamos a dar gracias a la iglesia cercana, todos, “en familia”. Después la posada y finalmente todos muy perfumaditos alrededor del árbol de navidad, bajamos la cabeza y rezamos. Sabemos de memoria las oraciones, mi abuelo, con voz de anciano nos guía, observa el resultado de su matrimonio, hijos, hijas, nietos, nietas y bisnietos y la rueda sigue. La solemnidad en el rostro de todos, los niños en silencio observando de reojo los regalos, las mujeres abrazadas de sus maridos y mi abuelo pensando en mi abuela.
Mi abuelo manda llamar al hermano mayor y a la primera nieta, nos hincamos en el centro, arrullamos al “niño”. Todos cantan y todos somos cómplices en la gana de que esto termine pronto y podamos comer tamales y buñuelos. Permanecemos hincados hasta que termina el canto y después con la imagen entre las manos recorremos el circulo familiar, para que todos besen al “niño” y les damos un dulce. Al final del recorrido, colocamos la imagen en el pesebre y entonces podemos gritar “Feliz Navidad” Tamales, buñuelos, ponches, atole y…..
JD
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